París es de esas ciudades en las que siempre te queda algo por hacer. Que cuando volvés a tu casa te das cuenta que te faltó ver esto o aquello. Hay tantas cosas para visitar o experimentar, que hacen que se necesite un buen rato para poder explorar todo lo que uno quiere y creo que igual así es capaz de sorprenderte y guardarse algo para otra vez. He tenido la suerte de estar tres veces en París, aunque en general fueron pocos días.
La primera vez, cuando nos conocimos con París, fueron solo tres días al final de mi primer viaje en avión. Esa vez llegamos desde Dublín, nos quedamos en la zona de Montmartre y caminamos mucho porque es una ciudad que da para caminarla de punta a punta. Pero no salimos de los clásicos, del turismo de postal. Al Louvre lo encontramos por casualidad, en esa primera salida a caminar, que fue sin rumbo fijo por la Rue Rodier, y terminamos pasando por la impresionante Palais Garnier (la ópera de París) para terminar desembocando en el Louvre y el Jardín de las Tullerías. Nos sentamos en las sillas que hay en la vuelta de la Place de la Concorde, comimos crepes en la calle, vimos mucha gente jugando al juego de la mosqueta y otros estafadores que te agarran para que firmes por la paz en X lugar y te manguean algún euro a la pasada.
Al otro día por la mañana hicimos el clásico tour a pie, donde vimos algunos otros lugares como el Barrio Latino, Notre Dame, el Obélisque de Louxor, entre otros. Y por la tarde conocimos el Arc de Triomphe y por supuesto la Tour Eiffel en cuyos jardines nos tomamos unas cervecitas bien frías que venden ahí mismo unos tipos que andan con heladeritas y que intenté regatear lo más posible sin mucha suerte. Y el día lo cerramos subiendo muchos escalones a la Basilique du Sacré-Cœur de Montmartre y paseando por el barrio rojo donde terminamos encontrando (también por casualidad) el Moulin Rouge. Si quieren llevarse una buena vista panorámica de París a costo cero Sacre Cœur es el lugar. Puede estar un poco repleto de gente, pero realmente las vistas son preciosas y a la tarde-noche se puede ver como se ilumina toda la ciudad incluida la Torre que se ve perfecto desde ahí.
Ya el tercer día fue de partida y retorno al Uruguay, con su correspondiente duelo. Porque no se ustedes pero yo, cuando un viaje se termina, me quedo por un tiempito con una sensación de duelo o vacío. Sobre todo después de haber estado por primera vez en Europa durante 20 días.
Ah, y algo importantísimo, Francia tiene una tradición gastronómica muy importante, prueben cosas, pero si les puedo recomendar algo que hay que comer si o si es pan. Vayan a la boulangeries y compren baguettes, croissants, pain au chocolat, lo que sea. Compren refuerzos por ahí con distintos rellenos y creo que nunca se van a aburrir de comer pan en París y supongo que en toda Francia.
La segunda vez fui solo, unos cuatro días, a visitar a mi primo que desde hacía un tiempo se había instalado allá. Esa vez llegué desde Bruselas en el famoso tren de alta velocidad Thalys y también era el final de un viaje de 20 días por Europa aunque visitando otros destinos muchos de los cuales se nombran en este blog. Esa vez me quedé en el distrito XV a pocas cuadras de una calle que es como una especie de perimetral parisina, si miran un mapa se van a dar cuenta que la ciudad está rodeada por una avenida que va cambiando de nombre según la zona pero es siempre la misma. La mayoría de las "atracciones" están dentro de ese perímetro, aunque la zona metropolitana sigue y hay más cosas para hacer por fuera también.
En esa oportunidad no recorrí tanto porque estuve más para compartir un rato que hacía tiempo no nos veíamos. Pero pude conocer dos lugares que ni siquiera tenía en el radar, el Jardin des Plantes y la Tour Saint-Jacques. Además de pasar por una Notre Dame que había sufrido un incendio aproximadamente una semana antes.
El Jardin des Plantes es un parque, pero es mucho más que eso porque tiene invernaderos, museos, zoo, galerías, rosedal y hasta su propio laberinto. No quiero extenderme mucho pero la historia arranca en el S XVII cuando a Luis XIII se le ocurre crear un jardín destinado a la formación de médicos y boticarios. Así en 1635 nace el Jardín Real de Plantas Medicinales o Jardin royal des plantes médicinales. Aunque siempre estuvo abierto al público la intención era tener un sitio para observar y estudiar la naturaleza.Y si bien al principio era solo un terreno con un castillo cerca del Sena, a lo largo de los años ha sido modificado y ampliado hasta llegar a sus actuales 24 has. En sus casi 400 años de historia (si, leyeron bien) fue creciendo y anexando distintas construcciones para terminar siendo lo que es hoy.
Un lugar lindo e ideal para desenchufarse de una ciudad que suele estar repleta de gente y perfecto para hacer algo bien típico que es un buen picnic, con pan, queso y vino. Además de la posibilidad de conocer y chusmear sobre la ciencia y su historia. El acceso al parque es gratuito pero para los distintos edificios hay que pagar entrada.
La Tour Saint-Jacques está relativamente cerca del jardín. A mi me parece que si están por la zona lo mejor es ir caminando, yo no fue que dije "voy a ir a la Tour Saint-Jacques" porque ni siquiera sabía de su existencia, pero luego de recorrer los jardines, salí sin destino por la ribera del Sena, pasé por Notre Dame porque, por supuesto me llamó la atención, y más que estaba recién quemada. Y luego de cruzar nuevamente el Sena, fui a dar a una placita con una muy impresionante torre en el centro. Esta torre es lo que queda de lo que alguna vez fue la iglesia de Saint-Jacques-de-la-Boucherie o Santiago de los Carniceros. Data del S XIII pero fue "destruida" en 1797 durante la Revolución Francesa. ¿Y por qué de los carniceros? Porque fue el gremio de esta profesión, muy poderoso en esa época, quien financió la construcción del templo. Y en realidad no la destruyeron, sino que la Revolución la incautó y desmontó para reutilizar sus materiales en la construcción. Pero, por una cláusula, la torre se mantuvo intacta. Son 54 metros y se puede visitar y subir sus apróximadamente trescientos escalones aunque solo en temporada, entre mayo y noviembre.
Es propiedad de la Municipalidad de París, fue restaurada entre 2006 y 2009 y tiene algunas curiosidades:
- Blaise Pascal (si, el de los hectopascales) hizo experimentos sobre la presión atmosférica acá. De hecho en su base hay una estatua del científico.
- Funcionó entre el siglo XIX y el XX una estación meteorológica.
- Fue taller de un fabricante que fundía plomo en la cima y lo dejaba caer para que las gotas se enfriaran en la caída formando bolas. La viveza esta costó un par de incendios.
- Y el famoso alquimista (atenti Harry Potter fans) Nicolas Flamel habría colaborado en una de las restauraciones del lugar junto a su esposa. Hay vitrales en la subida a la torre con sus iniciales.
La última noche nos fuimos de bares a ver la final de la Copa Francia donde el humilde Rennes derrotó al PSG por penales luego de un 2 a 2 con alargue incluido.
La última ida a París (hasta ahora) la cosa cambió. Porque ya no éramos solo dos como en aquel lejano 2011, ni había ido solo como en 2019. Ahora éramos cuatro y estaba en proceso la salida de la pandemia del Covid-19.
Esa vez volvimos a visitar a mi primo, porque además es el padrino de nuestra hija mayor. Llegamos después de unos días en Madrid, no era final de viaje, por lo que íbamos más descansados y nos quedábamos por seis días, con mucha cosa para hacer planeada. Como se habían mudado a la comuna de Le Perreux-sur-Marne allá fuimos. Este lugar queda a una media hora de tren del centro parisino y es como un barrio residencial, onda suburbio, con el río Marne corriendo al este y al sur. Es una zona realmente muy bonita y que sale del bullicio de París, aunque si no van por muchos días creo que no vale la pena la distancia.
Pero lamentablemente el clima nos jugó una mala pasada, un frente frío atacó fuerte y las temperaturas de primavera que andaban promediando los veinte grados hasta el día que llegamos, terminaron convirtiéndose en un furioso -3 con nevada incluida y no estábamos preparados para eso. Nuestro hijo más chico estuvo con bastante tos y no pudimos recorrer mucho. Si nos alcanzó para mostrarles a ellos los clásicos, aquellos que habíamos visto la primera vez, conocer la famosa pirámide invertida del Louvre que hizo famosa Dan Brown en su Código Da Vinci, comer bastante pan, probar alguna cosa rica, y también pudimos recorrer un poco esta otra zona en las afueras de París que creo que de otra forma no hubiéramos visitado. Incluso habíamos planeado visitar Disney París pero nos quedamos con las ganas.
Así que París se volvió a guardar cosas para una próxima visita, de hecho tengo una lista con más de treinta lugares a los que me gustaría ir en alguna futura ida y que seguramente terminen siendo más.
Y con una foto de como creció la familia desde aquella primera vez en París me despido hasta el próximo post.
¡Gracias por leer!