A Veces Viajo

Foto Luke Webb para Pexels

La primera vez

La primera vez que me subí a un avión fue en julio de 2011, tenía 24 años y, si bien no era la primera vez que salía del país, nunca había volado y además me iba solo.

Antes de seguir con esto quiero contarles que dudé mucho sobre cual sería el primer post que iba a escribir, es como enfrentarse con una hoja en blanco, aunque no soy ni escritor, ni dibujante, ni nada similar. Al final elegí empezar por el principio, que tampoco es el principio real, porque como contaba más arriba no era la primera vez que viajaba, pero si fue como un reinicie con los viajes.

Subirse a un avión tampoco era algo normal en Uruguay para los que nacimos en los 80s, y probablemente tampoco para varias otras décadas, pero la posibilidad surgió por mi novia (hoy esposa) que iba a hacer el viaje de Economía. Si estás leyendo esto y no sos de Uruguay (¡gracias!) te cuento que el viaje de Economía es un viaje (obvio) de puta madre que hacen los estudiantes de facultad de Economía, generalmente cerca de terminar la carrera. Para financiarlo venden rifas que (aunque usted no lo crea) muchos compramos gustosamente para dar una mano y también tratar de ganar algún buen premio. Lo hacen otras facultades como la de Arquitectura, por ejemplo.

Bueno, me iba a sumar a ese viaje, de tres meses, en sus últimos 20 días. Entonces me subí por primera vez a un avión y más me valía que me gustara porque la ruta incluía 3 más. Todo empezaba en Montevideo y el destino final era Santorini, Grecia. Para eso tenía que hacer escalas en Santiago de Chile, Madrid (muy larga) y Atenas.

Imaginen el nivel de excitación que tendría, pobres los que les tocó al lado mío.

Pero dejando de lado todas estas peripecias hablemos del lugar visitado que para eso es esta web.

Así, dos días después de partir, llegué a Santorini, tempranito en la mañana, con la energía bastante arriba a pesar de lo largo del viaje. Tengamos en cuenta que no eran épocas de smartphones ni tampoco era tan común ver gente con una laptop en el equipaje, o sea, había que matar el tiempo de otras formas, de repente conversar con alguien, leer, escribir algo en una libreta o tratar de dormir tirado en algún lado y medio alerta para que no te afanen nada.

Foto Heidi Kaden en Unsplash

Santorini es una isla volcánica, está ubicada en el mar Egeo y forma parte del archipiélago de las Cícladas. Tiene unos 73 km2 de superficie con playas de un lado y acantilados del otro, y está poblada por unas 17 mil personas. Estos acantilados tienen una explicación y es la actividad volcánica de la zona porque se estima que allá por el 1600 a.C. hubo una salvaje erupción que se comió literalmente parte del lado oeste de la isla dejándola con forma de medialuna con una "laguna" central y la caldera del volcán separada. Además se calcula que los maremotos provocados por la erupción habrían liquidado a la civilización minoica que estaba unos 100km al sur en la isla de Creta, y las cenizas habrían llegado hasta Egipto.

Teniendo un pasado como isla circular y toda la historia de la destrucción del volcán, sumado a algunos descubrimientos en el yacimiento de Akrotiri que dan a entender que los habitantes estaban tecnológicamente muy avanzados para su época, se ha reforzado la idea de que Platón pudo haberse inspirado en esta historia para crear el mito de la Atlántida donde una poderosa isla era castigada por los dioses y destruída por culpa del ego de sus habitantes. ¿Será mito? Lo que podemos dar por cierto es que la isla era efectivamente un círculo y que la fuerte erupción se llevó gran parte de su territorio. También los descubrimientos arqueológicos son reales. El resto queda a la imaginación.

Captura de Google Maps, la marca roja es la caldera.

Luego de esta breve intro seguimos con el viaje.

El muy vivo había reservado alojamiento en todos los otros lugares que iban a visitar cuando se sumara al resto del grupo, pero para el lugar al que llegaba solo no lo había hecho. Así fue que en el minúsculo aeropuerto de Fira, su capital, me dirigí a la única oficina (de tres) que estaba abierta y consulté por un lugar para quedarme, me mostraron unos folletos, me dijeron el precio y le comenté que estaba solo pero luego se sumaba otra persona y que si que todo bien. Cuando consulté como llegar al lugar la mujer me contestó que tranqui que me pasaban a buscar por ahí, la cosa no podía arrancar mejor. Así fue que tras unos 30 minutos donde me quedé conversando con ella apareció el gran Giorgi.

Giorgi era un veterano grandote, robusto, arriba del metro 80, ojos claros, pelo totalmente blanco y con aspecto bravo, digamos que imponía respeto. Primer detalle, no hablaba inglés así que me senté en el auto adelante con él y fui casi que 100% en silencio observando el paisaje, el iba puteando con el celular que le sonaba sin parar, al parecer no lo entendía mucho, o eso entendí yo que pasaba. Lo único que pudimos intercambiar fue cuando me dijo "Italian or German?" y le respondí "Southamerican" asumiendo que si le decía Uruguay no iba a tener idea de lo que le hablaba. Y se ve que era medio lo que sabía preguntar porque tengo cero pinta de italiano y menos que menos de alemán.

Al poco rato llegamos a Villa Stella y yo se que acá dije que no iba a andar recomendando alojamientos pero tal vez lo hiciera si me parecía que valía la pena y en este caso creo que si. Así que si quieren darle una mirada pueden pasar por acá, son unos apartamentitos con baño privado, aire acondicionado, TV, frigobar y unos balcones con unas vistas hermosas, con una buena ubicación bastante cerca del centro, además la familia vive en la casa del fondo y son unos divinos. Si andan por visitar esta isla es un lugar precioso para quedarse.

Foto página oficial Villa Stella

Cuando llegué me esperaba Stella, la esposa de Giorgi, con un jugo bien frío y luego de mostrarme la habitación y dejarme bien en claro por señas que si prendía el aire cerrara todo, comenzaba la segunda parte del viaje. Para salir del hotel Giorgi me dibujó con lapicera en una hoja A4 un mapa con las referencias que tenía que tomar para llegar a la calle principal porque ahí todo son callejones que no siguen mucho una lógica o al menos no la que nosotros estamos acostumbrados. Lamentablemente no conservo la hoja para mostrarla. Lo otro que hizo fue sugerirme que alquilara moto que era lo que la mayoría hacía, pero le dije que prefería caminar.

Es muy fácil moverse en Fira, aunque casi me pierdo la primera vez que quise volver a mi habitación, enseguida le agarran la mano. Imaginen hoy en día con mapas en el celular, no hay como errarle, aunque tal vez eso le haga perder un poco de magia. Si son de los que prefieren no alquilar vehículo, en el centro está la terminal de buses que te llevan a todos lados y son baratos. Nosotros nos movíamos así, a pata para lo que era cerca y en bus si queríamos ir más lejos, como a las playas que quedan del otro lado de la isla.

Lo bueno que tiene Santorini es que podés hacer el turismo que quieras y si te gusta el lujo, y podés pagarlo, hay lujo también. Pero se puede comer en lugares  por poca plata y también hay unos restaurantes impresionantes sobre la ladera del acantilado con unas vistas increíbles, porque Fira está como suspendida sobre el lado más escarpado de la isla, pero como contaba uno se puede mover tranquilamente por poca plata.

Foto Raphael Lopes en Unsplash

Hay dos puertos en Fira. Uno al que llegan los ferries provenientes de las otras islas o de la propia Atenas y otro más pintoresco donde se pueden hacer tours internos, por ejemplo ir a visitar la caldera del volcán que está enfrente. Mi primera mañana arrancó muy temprano por culpa del jet lag y luego de disfrutar del amanecer desde el balcón de la habitación me propuse ir a conocer el puerto "antiguo" y hasta allá caminé. Hay 3 formas de bajar al puerto, en teleférico, a lomos de burros o mulas, o simplemente a pie. Y esa fue la forma que elegí para descender los poco más de 600 escalones, además a las 7 de la mañana no había ni burros ni teleférico funcionando. Acá en la captura pueden ver el tramo de escaleras desde la ciudad hasta el puerto.

Captura de Google Maps

Por supuesto que subí a pie también y me tocó atestiguar la llegada de los burros a su lugar de trabajo cosa que, no les voy a mentir, asustó un poco al principio porque la verdad ir subiendo unas escaleras interminables mientras un montón de burros bajan y hay que andarlos esquivando no parece la idea más inteligente. Pero, luego de algunas dudas, se sorteó sin problemas.

Como les contaba, desde ahí se puede visitar la caldera del volcán y una parte de termas que hay al lado. Hay dos detalles nada menores para este paseo que es importante resaltar. En un momento el barco para y anuncia que quien quiera llegar a las termas tiene que nadar unos 50 metros. Si no saben nadar se pueden quedar en el barco, no es mucho rato de espera, aunque no les voy a mentir que ir nadando y que de golpe el agua pase a estar caliente porque estás nadando hacia la caldera de un volcán, tiene lo suyo. Lo otro es que si no tenés un tour guiado del volcán es medio que caminar por un yermo medio desértico aunque se puede admirar la ciudad desde otro ángulo.

Vale la pena tomarse un día para ir a la playa, si se están quedando del lado de la ciudad es un poco lejos para ir caminando, pero los buses te llevan a Perissa bastante rápido. Ahí tenés la playa de arena negra, volcánica, que con el sol calienta un montón así que cuidado. En estos lugares se pueden alquilar reposeras con quinchos/sombrillas para todo el día, además hay boliches y restoranes que te sirven directo a tu silla. No cometas la animalada de clavarte una hamburguesa completa con fritas y una cerveza porque el resto de día de playa se te va a hacer pesado.

Playa en Perissa, foto A Veces Viajo

Obvio que hay museos, estamos en Grecia, y si te va la visita a ruinas, que a mi me encanta, se puede ir al yacimiento de Akrotiri que nombraba más arriba. Está al sur de la isla y dicen que es como una Pompeya por su nivel de conservación debido también a la erupción volcánica, pero a menor escala en tamaño. Lamentablemente no nos dio el tiempo para ir hasta ahí.

Y dejé para el final a la que me parece es una de las joyitas, que aunque esté trillada, es una de esas cosas que me parece que hay que hacer si o si. Y es que hay que visitar Oia que está en la punta norte de la isla. Llegar a Oia es fácil, nosotros fuimos en bus y lleva una media hora recorrer los 12 km que la separan de Fira. Hay que ir con la cámara preparada porque hay lindas vistas en el camino y también al llegar porque acá vamos a estar a unos 450 metros sobre el nivel del mar. No hace mucho leyendo otros blogs de viajeros descubrí que hay un sendero de unos 10km para ir caminando cosa que hubiera sido hermosa pero que lamentablemente no supimos en aquel momento. Pero bueno, una razón más que válida para volver algún día.

Pero una de las razones más clásicas para visitar Oia es para ver el atardecer, que puede parecer una pavada, pero la verdad que es muy lindo.

Atardecer en Oia, foto A Veces Viajo

Y así con el sol hundiéndose en el Egeo se cierra este primer post. Gracias por haberlo leído, compartilo si te gustó o si te parece que a alguien más le puede gustar.

La noche que nos fuimos el gran Giorgi nos alcanzó hasta la terminal de bus para ir rumbo al puerto a tomar el ferry que luego de unas 5 horas de viaje nos iba a dejar en el mítico puerto de El Pireo en Atenas, pero eso quedará para otro día.