Llegué a Budapest como a las 8 o 9 de la mañana. A propósito, ¿sabían que Budapest se llama así porque es la conjunción de las ciudades de Óbuda y Buda, de un lado del río Danubio, y Pest, del otro lado? Y no hace tanto de esto, fue en la segunda mitad del siglo XIX.
Como les decía llegué temprano y a eso de las 10 de la mañana ya estaba en las inmediaciones de donde me iba a quedar, pero no me abrían hasta las 12 así que me quedé leyendo en una plaza. Si les interesa saber qué leía era Dune, la novela de ciencia ficción de Frank Herbert que me había regalado mi esposa antes de irme. Mi llegada a Budapest fue un poco caótica, bueno en realidad lo caótico fue la salida porque el avión salía de Berlín a las 5am pero no tomé en cuenta que era vísperas de semana de turismo (o semana santa) y no salí con la antelación correspondiente al aeropuerto que era un caos de gente, pero cuando digo caos digo CAOS. Al final, junto a otra señora que también iba para Budapest, evadimos algunas filas (siempre con el aval de las autoridades del lugar) para llegar a tiempo a la puerta de embarque. No les voy a mentir que fueron momentos de stress, principalmente porque mi presupuesto era acotado y perder un vuelo significaba un gasto que trastocaba mis posibilidades. Además de que es un embole.
Resuelta la llegada me instalé en un precioso monoambiente en la zona de Oktogon, que la recomiendo mucho esa zona para quedarse porque es muy fácil moverse a todos lados desde ahí y tiene todo lo necesario cerca. Además que la dueña de casa, Katalin era una genia. Katalin, si por una casualidad universal llegas a leer esto, te usé un montón de vendas del botiquín porque me había hecho unas ampollas enormes por caminar mucho con los Topper de lona.
El primer día me dediqué más que nada a recorrer la zona de Buda, pero es en el segundo día que me quiero centrar.
El plan era comprar algo para desayunar en el almacén, alquilar una bici con la misma app que usé en Berlín y que ya había visto que había algunas a pocas cuadras de donde me estaba quedando, e irme pedaleando hasta Varosliget que es el parque municipal de la ciudad, desayunar y aprovechar a dar una recorrida por el parque que tiene varias cosas para hacer. Primer objetivo cumplido, solo con el detalle que no podía encontrar bien la zona donde podía dejar la bici luego de terminar de usarla, pero resuelto eso todo venía bárbaro.
De ahí pretendía ir hasta el Mercado Central, unos 30 minutos en transporte público, para almorzar algo típico de la ciudad. Pero cuando llegué al lugar, pimba, cerrado. Por suerte frente al muy lindo edificio del Mercado había una plazoleta que tenía una pequeña plaza de comidas callejera.
Terminé almorzando un panqueque de papa (Latke) y un postre chimenea (Kürtőskalács) que por suerte no tuve que pronunciarlo para pedirlo.
Lo que leí sobre el Latke es que es una comida de origen judío y existen distintas versiones. No es tanto un panqueque como nosotros los conocemos sino más bien un buñuelo pero chato que consistía en una pasta de papa rallada mezclada con cebollas, huevo y supongo que harina. Esto se arma tipo disco y se frita. Luego se unta con una crema de queso y arriba podías agregarle distintos ingredientes. Yo elegí verduras.
Y el Kürtőskalács (por suerte existe el copypaste) es básicamente un pan dulce, con canela y otras especias. Lo curioso es que te lo cocinan al carbón ahí adelante tuyo enroscado en unos dispositivos de hierro (o algún otro metal) y eso le da la forma que tiene porque es un cilindro hueco. Le llaman postre chimenea porque cuando está caliente sale humo por el hueco. Ah, tengan en cuenta que son grandes, a mi me sobró para la tarde.
La siguiente etapa del plan de ese día era tomar el tranvía número dos para llegar a la zona del Teatro Nacional (Nemzeti Színház) y sacar una buena foto del atardecer sobre el Danubio. El 2 tiene un recorrido que está bastante bueno, va todo en paralelo al costado del Danubio y rodea el impresionante edificio del Parlamento de Hungría que es el segundo más grande del mundo, entre otros lugares por los que pasa. En cualquiera de los lados que se sienten van a tener cosas para ver porque si eligen la ventana del lado del río van a poder ver la costa de Buda y toda su impresionante arquitectura.
Entonces me fui a la terminal de salida del tranvía y lo tomé. Pero al poco rato se detiene y la conductora se para, dice algo en húngaro (supongo), y la gente empieza a descender del tren, cosa que hago también. Pienso, porque ya me había pasado, "debe tener 2 destinos y me tomé el que termina antes, no pasa nada me voy en el siguiente". Llega otro, para y todo el mundo se baja y al poco rato un tercero y lo mismo. Bueno, pensé que estaría cortada la vía en alguna parte y no se podía seguir, así que me fui caminando. Iba yo bordeando el río cuando empiezo a ver gente, mucha, caminando en dirección opuesta y con antorchas en las manos. Resultó que estaba asistiendo a La Marcha de la Vida una celebración que recuerda el asesinato de los judíos húngaros, todo bastante solemne e impresionante.
Unos 3km después de emprender la caminata llegué a la zona del teatro para esperar el atardecer. El día estaba nublado y no salieron las mejores imágenes, pero la zona está muy linda, el teatro es precioso a la noche y también hay una recreación de un Ziggurat al que se puede subir y mejorar las vistas.
La noche terminó en el barrio judío en un pub llamado Gas Station conversando sobre Chilavert y Game of Thrones en un rudimentario inglés (los dos) con el que atendía el lugar. Y a pesar que los planes se vieron modificados fue un gran día.
A esa altura ya las fotos salían movidas