Si yo les digo que tienen la posibilidad de visitar un castillo en una zona que ha estado habitada desde el paleolítico y por donde han pasado romanos, celtas y hasta tropas napoleónicas. Que además se ubica sobre una roca en la confluencia de dos ríos, ustedes ¿Qué harían?
Bueno, a mi con la posibilidad de visitar un castillo ya me habían convencido, todo eso otro lo fui conociendo después.
Así fue que la mañana de mi segundo día en Bratislava agarré la mochila y fui a tomarme el bus 29 con destino al pueblo de Devín. Como saqué la Bratislava Card (de la que ya hablé acá) no tenía que pagar nada, ni el bus ni la entrada al castillo. El viaje es corto, son unos 12km en total desde la zona del centro histórico que es más o menos donde me estaba quedando, y se va primero bordeando el Danubio y luego uno de sus afluentes hasta llegar al poblado de Devín. Así que entre el trayecto en el bus y unas caminatas cortas en total lleva unos 30-40 minutos.
En el momento que se sale de la ruta y se enfila hacia el castillo ya se puede ver la gran roca de más de 200 metros coronada por el castillo, una imagen bastante impresionante.
Pero hablemos un poco de historia. Como les decía al principio ha habido asentamientos en la zona prácticamente de forma interrumpida desde hace miles de años. Su ubicación lo hace bastante inaccesible ya que por dos flancos están los ríos Danubio y Morava, desembocando el segundo en el primero, y sumando su altura, permiten un dominio interesante de la zona, por lo que siempre fue una zona atractiva para instalarse y defenderse de posibles ataques. La zona formó parte de lo que se conoce como limes romanus, que eran los límites fronterizos del Imperio y si bien se han encontrado vestigios de estructuras romanas y celtas en la zona, el castillo medieval como tal data del siglo XIII. Ha sido testigo de distintas batallas y, a diferencia de otros castillos como puede ser el de Malahide en Dublín (ya hablaremos de él) que perteneció a los Talbot casi que inenterrumidamente, ha pasado por distintas familias que hicieron distintas reformas, siendo los Palffy sus últimos propietarios desde 1635 hasta que en 1809, en una de esas tantas batallas que se dieron en la vuelta, las tropas francesas de Napoleón lo minaron e hicieron volar dejandolo en ruinas. Ahí los propietarios comenzaron a perder el interés en mantener el castillo para finalmente en 1932 venderlo al gobierno checoslovaco por una suma simbólica. Y unos 30 años después sería declarado Patrimonio Nacional.
Volviendo a nuestro paseo, el castillo se divide en tres partes, inferior, media y superior y tiene nada más y nada menos que 60 mil metros cuadrados de superficie. Luego de presentar mi tarjeta en boletería comenzó el ascenso, porque si, es casi todo en subida, principalmente si se quiere llegar a las zonas más altas de donde se puede tener las mejores vistas. En el castillo se conservan restos de distintas épocas desde la romana hasta la Edad Moderna y no hay tiempo mínimo ni máximo de estadía, se puede ir lentamente recorriendo cada rincón, teniendo en cuenta la hora de cierre por supuesto que varía dependiendo de la época del año, por lo que les recomiendo ir en el horario de la mañana para disfrutarlo con calma. El castillo abre a las 10am así que da bien para un buen desayuno previo.
Además de visitar las ruinas, también hay algunas pequeñas cuevas mezcladas con las construcciones a las que se puede acceder. Y por supuesto todas las vistas que se pueden disfrutar, porque se aprecia clarito la desembocadura del Morava en el Danubio, además de poder ver el pueblo de Devín desde arriba y ya tierra austríaca porque la otra orilla del Danubio pertenece a Austria en esa zona. Y mirando hacia la desembocadura una de las estructuras que mejor se conservan es bautizada Torre de la Doncella que cuenta la leyenda que una mujer se suicidó tirándose al vacío desde la torre porque su familia había matado a su futuro esposo al que no lo aprobaban.
Y sería un crimen no tomarse un rato para incluir todo el entorno que es muy bonito con caminos entre bosques y las orillas de los ríos pudiendo también rodear toda la roca del castillo y verlo desde abajo. Ideal para perderse por la vuelta.
Yo llegué en bus desde la ciudad pero también se puede llegar en barco, tanto desde Bratislava como desde Viena que está a solo 60km de la capital eslovaca. Me animaría a decir que se puede llegar perfectamente en bicicleta e incluso a pie ya que no es tan lejos, y obviamente en auto que incluso hay área de parking en la base del castillo donde también hay algún restaurant.
Me quedó pendiente la visita al pueblo en si porque mi plan era pasar el resto del día recorriendo otros lugares de la ciudad vieja como la puerta de San Miguel o el Museo de Bratislava.
Y con esta vista del pueblo de Devín desde detrás de uno de los muros del castillo me despido hasta un próximo post.
¡Gracias por leer!